Futuro Esports

En el vibrante mundo de los esports, una verdad resuena con claridad: los esports no solo están aquí para quedarse, sino que están destinados a florecer. Las cifras no mienten. A pesar de que ciertos torneos han experimentado una disminución en su audiencia, el panorama general, respaldado por múltiples informes, evidencia un crecimiento constante. El entusiasmo por los esports es palpable, con un público que no solo desea sino que consume activamente este tipo de entretenimiento.

Sin embargo, la realidad no es tan color de rosa para todos los actores involucrados en esta industria. A lo largo de la última década y media, ha quedado claro que el mayor beneficiario de este boom ha sido el editor o ‘publisher’. Es innegable que los editores, quienes invierten sumas astronómicas en el desarrollo de los juegos, merecen su porción del pastel. Sin embargo, la cuestión surge cuando la parte competitiva de un título no solo funciona sino que genera ingresos adicionales. Es en este punto donde la dinámica entre los diferentes actores de la cadena de valor necesita una revisión.

Tomemos como referencia el reciente revuelo en la League of Legends Champions Korea (LCK). Los equipos están en pie de guerra, alimentando un debate que resuena en los corredores de la industria: están proporcionando a Riot Games lo que la compañía desea, visibilidad y, por ende, un mayor número de jugadores dispuestos a invertir en su producto. Pero, ¿a qué coste? Para estos equipos, el modelo actual no es rentable y sienten que su esfuerzo beneficia desproporcionadamente a otros.

Además, se añade una capa extra de complejidad al considerar títulos como League of Legends y Valorant. Aunque no compiten por el mismo público, sí lo hacen por el interés de los mismos clubes, los cuales buscan desesperadamente un ecosistema sostenible en el que establecerse. La controversia surge cuando se implementan modelos de negocio distintos para cada título, llevando a que, indirectamente, los juegos compitan entre sí, canibalizando su propio mercado.

Ante esta situación, surge una reflexión crucial que da título a nuestro artículo: algo tiene que cambiar en el ecosistema de los esports. Si los modelos de negocio actuales favorecen desmesuradamente a un solo actor, estamos ante un dilema. Podemos continuar por este camino, pero corremos el riesgo de que la cadena de valor se quiebre. O, por otro lado, los editores pueden tomar una decisión valiente y redistribuir los beneficios de manera más equitativa entre todos los actores involucrados.

La lógica es simple: se puede optar por monopolizar los beneficios, pero a riesgo de perder a aquellos que generan negocio. O se puede optar por incentivar a estos colaboradores, asegurando así su permanencia y, con ello, un beneficio mutuo y sostenido. La elección, aunque no exenta de desafíos, parece clara para el futuro próspero de los esports.

El ecosistema de los esports está en un punto de inflexión. Es momento de adoptar un enfoque más inclusivo y justo que no solo asegure la sostenibilidad del sector, sino que también potencie su crecimiento a largo plazo. La pelota está en el tejado de los editores. La decisión que tomen ahora puede muy bien definir el futuro de esta industria apasionante.